Los mercados accionarios del mundo, y en particular el de los EEUU, reflejan en gran medida lo que las personas piensan de la economía. Cuando los inversionistas estiman que la producción crecerá, piensan a la vez que las empresas van a vender más y, por lo tanto, van a ganar más. En consecuencia, si el sentimiento sobre la economía es positivo, los precios de la mayor parte de las acciones de las empresas aumentan.
Por otro lado, si ocurren eventos muy importantes que puedan afectar la producción, las personas adoptan una actitud muy cautelosa, porque es probable que las empresas vayan a vender menos, y tener menos utilidades. En esas condiciones, los precios de muchas de las acciones más bien tienden a caer, porque la gente comienza a venderlas, aumentando la oferta.
Los factores que pueden estimular a la economía, y a las acciones, son variados. Por lo general, una reducción de las tasas de interés, e incluso el solo hecho de anunciar que pueden bajar, hacen que los mercados tengan una visión positiva. Cuando la inflación tiende a disminuir, aumenta la posibilidad de que el Banco Central baje las tasas, y eso estimula a los mercados accionarios.
Si por el contrario, la inflación no baja o, peor aún, muestra indicios de que podría subir, pone a los mercados en un modo nervioso, porque es probable que el Banco Central se pueda sentir presionado a subir las tasas de interés, medida que no solo afecta la posibilidad de que las personas puedan tomar deuda para gastar, sino que le quita el impulso a nuevos proyectos.
De esta manera, el mercado accionario está muy pendiente de lo que pase con la inflación. Pero no es el único factor. Una guerra o una confrontación política severa pueden generar un sentimiento negativo en los consumidores, y eso puede empujar a la baja los precios de las acciones.
Los anuncios del actual presidente de los EEUU, de imponer aranceles a los productos importados, lo que busca es hacer más caro lo importado, o más barato lo local. El problema es que los países que exportan a EEUU de seguro harán lo mismo con los bienes que ese país les vende a ellos. Por lo tanto, una guerra de aranceles puede originar inflación, y eso no favorece a las acciones. Además, es posible que en un entorno de tanta incertidumbre, las empresas pospongan inversiones, o incluso reduzcan el empleo, lo que incidirá en los ingresos y utilidades, lo que se termina reflejando en una caída en los precios de las acciones.
El comportamiento inicial del mercado, cuando el señor Trump asumió el poder, fue de gran entusiasmo, porque se interpretaba como crecimiento económico. Sin embargo, el anuncio de aranceles y la respuesta de los demás países, ha generado desconcierto y preocupación, por lo que los inversionistas han preferido salir a vender sus acciones en forma masiva, proceso que quizás solo termine cuando sientan que las acciones están muy baratas, o se logre mayor claridad de lo que nos espera.